11 de sep, 2019 por Ignacio del Valle
Desde siempre la salud es lo primero. Lo que no mata te hace más fuerte. Viaja través de la arqueología industrial: Herramientas médicas antiguas para coleccionar.
Desde la noche de los descalabros neolíticos se han inventado todo tipo de instrumentos quirúrgicos elaborados con conchas, pedernales y dientes de animales para remendar los entuertos de salud. Hay hallazgos arqueológicos de leznas para trepanaciones usadas desde los días de los faraones. Los tratados de medicina griegos del siglo V a.C. y su célebre Hipócrates. Es admirable cómo la civilización occidental (la oriental parece ser que era mucho más sofisticada) ha progresado sin extinguirse y superar las pandemias de la Edad Media en adelante. Ya en el renacimiento surge la globalización y un intercambio de virus y enfermedades entre Europa y América.
Los médicos en todas las sociedades siempre han gozado del respeto y veneración de su comunidad. Nos quejamos de la Seguridad Social, pero da pánico pensar en las ciencias de la salud de aquel pasado de sesiones de anatomía, disecciones prohibidas, sangrías para todo y una farmacopea rudimentaria. La historia de occidente está punteada de mucha guerra y herida, ante lo cual es admirable la capacidad de sanación y fortaleza física de nuestros ancestros que sobrevivieron a lanzadas, tajos de mandoble, flechazos, perdigonadas de lombarda y todo el catálogo de feas heridas de guerra y accidentes de paz. Una simple rotura de cadera, si se alcanzaba edad venerable, servía de pasaporte al más allá.
Los catálogos de instrumental del siglo XVIII son profusos en ilustraciones de laringoscopios, instrumentos de obstetricia dada la mortalidad neonatal. Forceps, tijeras, alicates, trépanos y martillos que infunden mucho respeto porque, en las manos adecuadas, salvaron vidas o dieron esperanzas.
Entrados en la medicina moderna y el optimismo positivista, hay dos factores que revolucionan las cosas de la salud en la mesa de operaciones de hospital: la anestesia y la asepsia. La esterilización térmica del instrumental médico es relativamente reciente y se establece entre 1885 y 1910. Someter a los equipos de ébano, marfil y carey a altas temperaturas exigió la adopción de metales de níquel o cromados.
Estas sierras, bisturís y palancas nos remiten a las nieblas y terrores londinenses de “Jack, el Destripador” asesino en serie con notable dominio del escalpelo. Reparos aparte, la arqueología industrial vela por la memoria de esas piezas de colección que pueblan las vitrinas de los muchos doctores aficionados a la historia de la medicina.
En torno a 1925, los fabricantes se aproximan al acero inoxidable para la fabricación del siempre costoso instrumental médico. El maletín del médico de porte analgésico o las jeringuillas de cristal del practicante a domicilio. Estos equipamientos incluyen hasta motivos decorativos animando al paciente con diseño e intención estética. La cuestión esencial es que el estudio e investigación, protocolos de higiene, el embrión de la medicina contemporánea y la revolución celular de nuestro Premio Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal fueron vitales para el desarrollo y práctica de los avances que disfrutamos hoy.
Fue Louis Pasteur, químico de profesión, quien le puso el ojo a los microorganismos y sus fermentaciones y fenómenos de generación espontánea. Y Joseph Lister quien introduciría la asepsia en el despegue definitivo de la probabilidad de supervivencia. Ya con Alexander Fleming y el hallazgo de la penicilina, el primer antibiótico de la belle époque nos adentra en la edad de oro de la ciencia. También los equipos electrónicos, y la radiación electromagnética, los famosos Rayos X descubiertos en 1895 por Wilhelm Röntgen, premio Nobel de Física de 1901, nos adentran en el diagnóstico por imagen, antecesor de las resonancias magnéticas y escáneres 3D actuales.
En todocoleccion, entre las antigüedades técnicas, destacan los instrumentos médicos. Las láminas, tratados, espéculos, lamparillas... Un apasionado viaje por la vocación y aventura de la ciencia del sanar. Una noticia muy saludable para los que tienen olfato coleccionista.