En el curso de unos pocos días, Jean Cocteau compuso este admirable retrato del alma de un poeta, su muerte y resurrección: el lapso de una desintoxicación en una clínica de Saint-Cloud le basta para tocar y hacer tocar las paradojas que más inquietan al hombre cuando se pone en contacto con lo maravilloso. No es la moral -saber si la droga es buena, es mala el campo donde se sitúa el poeta. Es, simple-mente, el margen estrecho y sofocante de la angustia, la batalla, perdida de antemano, del hombre, solo, del poeta, solo, contra los signos sociales, contra su crueldad y su arbitrariedad. En el escaso tramo de estas páginas se pueden reconocer, también, los artistas que crearon las mejores obras en las primeras décadas del siglo XX.