- Una existencia consagrada a Dios, aun en la esfera afectivo-sexual, sólo es válida si se ama y se busca a Dios como al Unico, con todo el corazón. Sólo en el horizonte del Amor recibido y dado puede vivirse el celibato sin riesgos ni autoengaños. Sólo así podrá el célibe ver en cualquier rostro humano un reflejo de ese rostro divino que él busca ardientemente. Toda la realidad creada, que se despliega en torno a él con su riqueza y su pobreza, su esplendor y su miseria, sus audacias y sus regresiones, se convertirá para él en nuevo punto de partida para su constante e infatigable referencia a quella Otra Realidad superior en cuyo campo de gravitación ha entrado y se mantiene con la decisión de un amor único y exclusivo.