Picasso en el ruedo

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Parmelin, Héléne: Picasso en el ruedo, Barcelona, Plaza y Janés, 1961, Tapas duras con sobrecubiertas, 287 pág, 22x16, Primera Edición

Un libro más.
Libros, prólogos, estudios, fotografías, exposiciones, artículos, a centenares, a miles, a millones...
Cada uno aporta una manera de ver.
No se explica a Picasso más de lo que él se explica a sí mismo.
No se puede tampoco anotar lo que dice palabra por palabra y considerar el resultado como una verdad absoluta. La palabra escrita no tiene relación con la palabra hablada, que puede ser exacta o falsa; el tono ha desaparecido y el gesto y las gentes también.
No pongo nunca entrecomillado cuando Picasso habla. Lo que le hago decir lo ha dicho. Pero me atengo más al espíritu que a la letra.
No se puede «explicarle», pero se pueden realizar en torno suyo maniobras de acercamiento. Preguntas, sensaciones, explicaciones, definiciones, tomas de posición, afirmaciones, imaginaciones, como asimismo observaciones, todas las ideas que nacen a propósito de él o del contacto con él, son contradictorias.
Y es preciso que así sea.
Sólo a través de aquéllas y de la reflexión impuesta por esa contradicción puede surgir la sombra de un atisbo de verdad.
A veces se necesitan diez páginas de anécdotas, de las que uno se pregunta para qué sirven, para tratar de crear de nuevo el clima en el cual puede ser expuesta una idea, que ya no sería la misma si se formulara sola.
Escribo este libro a lo que salga, al azar de las reflexiones, de los recuerdos y de las presencias Las exigencias de la verdad obligan a que yo tenga que aparecer continuamente y como interlocutor.
¡Qué más da!
Es lo que me permite escribir este libro y decir, no lo que es Picasso, sino cómo se me aparece; no lo que sé, sino lo que veo; no lo que imagino que él pone en su pintura, sino lo que se puede deducir de su posición respecto a la pintura y, sobre todo, del modo que tiene de vivir con ella.
Haciendo esto, yo, a mi vez, «interpreto» a Picasso.
¿No se trata, acaso, de «interpretarlo» a partir del momento en que se escribe a pro-oósito de él, interviniendo uno mismo en
la acción?...
Cuando todos sus amigos hayan hecho otro tanto, se tendrá de Picasso una imagen en abanico, en el que ninguna de las caras semejará a la otra cuando se le despliegue, pero cuyo conjunto se acercará tal vez algo a la verdad.
¡Pues se le conoce tan poco cuando se comienza a conocerle!
Verdad es que luego ya no se le conoce en absoluto.
Pero por lo menos se sabe.

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