Al abordar tan nutrido y valioso conjunto de narraciones el lector experimenta el desdoblamiento de su placer estetico. Por una parte, goce inmediato, provenido del interes y originalidad de las historias propiamente dichas, por otra, goce mas cerebral, intelectualizado, relativo al sentimiento ajedrecistico y ludico con que Anderson Imbert arma sus jugadas. La excelencia de la prosa narrativa del autor se debe a los recursos expresivos de un idioma galano y flexible tanto en lo semantico como en lo estetico. Resulta fascinante advertir como esa riqueza le permite desplegar estructuras intertextuales y metacuentisticas donde ajenos textos-objetos quedan integrados con perfecta naturalidad en la propia arte combinatoria, lo cual implica el ejercicio y concepcion de toda una teoria literaria.