A principios del siglo XIV, los cátaros parecían haber sido eliminados definitivamente. La herejía que había socavado los cimientos de la iglesia católica finalmente había sido erradicada, después de dos siglos de una cruzada despiadada. Sin embargo, las altas cumbres de los Pirineos son demasiado inaccesibles, incluso para los predicadores del Papa. Allí, los habitantes de la pequeña aldea de Montaillou se mantienen fieles a la doctrina de los llamados hombres buenos, una especie de sacerdotes que, en la clandestinidad, difunden la herejía por la región. Pero la iglesia nunca fue amiga de mirar hacia otro lado. Tres personajes (una noble castellana, un humilde pastor y un miembro de la Inquisición) nos acercan su visión sobre el enfrentamiento final entre dos formas de rezar, entre dos formas de vivir. Al final de sus vidas, los recuerdos fluyen y despiertan la nostalgia de un tiempo en que pusieron su preciada libertad por encima de aquello que otras gentes, otros hombres, habían decidido que tenían la obligación de ser.