En 1721, Philippe d'Orléans ejerce como Regente, a la espera de que Luis XV alcance la mayoría de edad. El ejercicio del poder es agradable, y le está cogiendo el gusto. Entonces, surge en su cabeza una idea genial: proponer a Felipe V de España un matrimonio entre Luis XV, de once años, y la jovencísima Infanta, Maria Anna Victoria, de cuatro años, que, por lo tanto, no podrá dar a luz hasta dentro de una década. Este lapso de tiempo permite la esperanza de una desgracia que lo asentaría definitivamente en el trono de Francia. Y no se detiene ahí: también propone dar a su hija, Mademoiselle de Montpensier, como esposa al joven príncipe de Asturias, futuro heredero del trono de España, para consolidar sus posiciones. La reacción en Madrid es entusiasta, y las cosas se ponen en marcha rápidamente. El intercambio de princesas tiene lugar a principios de 1722, con gran pompa, en una pequeña isla en medio del Bidasoa, el río que sirve de frontera entre los dos reinos. Todo podría ir bien