Plorabruixa era un enorme y amigable nube que viajaba por el mundo ayudando a la gente. Siempre que lo necesitaban, Plorabruixa lloraba como una Magdalena, llenando de alegría a la gente y de agua los pozos y cántaros. Cuando se sentía débil, debía regresar al océano para reponer fuerzas. Un día, dos niños tuareg africanos, En Suma l'Ai Re y Sa Lim Ar, lo conocieron de una manera inesperada y sorprendente.