Este libro explora por qué los miembros de la categoría literaria del testimonio utilizan conscientemente sus escritos para reflexionar sobre por qué una Europa, incluso reunificada, está marcada por el miedo al recuerdo provocado por los monumentos del Holocausto. El testimonio, en su esencia, lleva un topus ambiguo, una verdad incompleta que lo constituye. Esta es la incapacidad del lenguaje que conocemos para contar lo que ha sucedido, un poder de representación necesario e imposible a la vez, un poder que extrae fuerza de su propia incapacidad para contar una violencia inaudita. Dar testimonio en nombre de los que han muerto sería, además de una ambigua exigencia ética, también una reconciliación con la propia culpa por haber sobrevivido, y esta es la necesidad de estrategias de escritura específicas.