24 de sep, 2019 por Ignacio del Valle
Mesar las barbas era toda una afrenta en los días del Mío Cid. Desde entonces todo lo relativo al gremio barbero ha generado un tipo de coleccionismo de calidad que, como la barba, no para de crecer.
Mesar las barbas era toda una afrenta en los días del Mío Cid. Desde entonces todo lo relativo al gremio barbero ha generado un tipo de coleccionismo de calidad que, como la barba, no para de crecer.
En el cantar del Mío Cid nos encontramos con la expresión “mesar las barbas”.Tirar o cortar la barba o cabellera era una afrenta de honor que solía acabar en funeral con cicatrices.
«¡Grado a Christus, que del mundo es señor,
cuando tal ondra me an dada los ifantes de Carrión!
¡Par aquesta barba que nadi non messó,
non la lograrán los ifantes de Carrión,
que a mis fijas bien las casaré yo!»
El oficio de barbero y otros acicales viene documentado, como le tenemos acostumbrado querido lector, desde los faraones de Egipto que se afeitaban con afilada pedernal o concha de ostra. El cultivo de la imagen personal masculina y “lo del hombre y el oso cuanto más feo más hermoso” encierra una sabiduría tan indulgente como incierta.
Poner la carótida en manos de un extraño exige un ejercicio de extrema confianza, sobre todo tras tanta película de gánster revoltoso. Los barberos gozaron de gran reputación en la antigüedad. Aunaron el prestigio de expertos en moda y en bisturí. Se aplicaron en cirugías menores, extracciones de piezas dentales y a las sangrías. Enrique VIII, muy dado a los matrimonios y brexits británicos, diferenció las profesiones de cirujano y barbero a mediados del S XVII.
Las barberías ya ambulantes o fijas se distinguían por un poste blanco con chorreones de sangre. Como buenos vendedores de imagen, con el tiempo, además de regulaciones higiénicas especialmente en Estados Unidos, el poste de barbero sangrante se dulcificó con colores de caramelo azul, rojo y blanco. Que levante la mano aquel coleccionista al que no le haya tentado poseer un sillón de barbería...
En todocoleccion hallarás lotes de barbería ejemplares, desde los muy cotizados sillones de barbero a navajas, cuchillas, lociones, carteles publicitarios, ungüentos, juegos de brochas, neceseres y maquinillas de afeitar diseñadas para heredar. Nada de plastiquillos desechables, que también tienen su relevancia. Preciosos estuches de cuero. Cajas metálicas decoradas con motivos art decó, con su lija, cuchillas y cuerpo de máquina, los objetos de colección que se pasan de generación en generación para presumir de “cortes” de familia. Bromas a parte, el material de afeitado antiguo, además de bellos diseños, sigue siendo operativo y a través del reciclado nos da una lección de economía circular.
Aún así, antes de afeitarse solo ante la soledad de un reflejo, la costumbre de acudir a la barbería, hoy renace. Resucitan las Barber Shops con su vocación de centros de tertulia y conversación en el barrio. Nos quedan expresiones como “hablas más que un sacamuelas”. Los barberos del siglo XIX, como expertos emprendedores tanto ungían con crecepelos, drenaban un flemón o daban conciertos a lo “Mateo con su guitarra”. Tañer unas notas de pasodoble o seguidillas a la puerta de la barbería coincide con las megafonías ambientales, el hilo musical que estimula las compras anodinas en las grandes superficies comerciales.
Las Barberías han protagonizado relatos de Miguel Delibes como Diálogos en la Barbería, entremeses como Confidencias ante el espejo y en muchas ocasiones la voz del pueblo, dado que en los salones de barbería y peluquería sus señorías se acercaban con el doble motivo de maquearse y de paso sondar, siempre malmeten algún impuesto, a la opinión pública, en manos de su barbero de confianza.
En todocoleccion tienes más de 11.000 lotes relacionados con la barbería: navajas de afeitar, sillones, carteles, publicidad de potingues, espejos, tijeras, tratados y recuerdos que como la barba no paran de crecer y esperamos que por muchos años.