31 de mar, 2020 por Ignacio del Valle
En cuaresma recordamos los tiempos de monaguillo con el repaso a las vestiduras sacerdotales para la celebración de la misa, entre las que destacan las casullas. Te explicamos su simbolismo.
Antes de oficiar la santa misa, en la paz de la sacristía, el sacerdote se cubre con una serie de vestiduras rituales como las casullas. Comienza por el alba, una prenda blanca de lino a semejanza de la que usó Cristo durante el juicio y desaires de Herodes. El alba recuerda a la paciencia y sufrimiento ante las injurias. El cíngulo, cordón con que se ciñe el alba por la cintura, simboliza el primer azote a nuestro Señor. El manípulo, ya en desuso, se utilizó como un pequeño pañuelo sujeto al antebrazo izquierdo. La estola que rodea al cuello es símbolo de obediencia y la mortificación de la carne, siendo una prenda esencial para dispensar los sacramentos.
Encima del alba, el cíngulo y la estola, el sacerdote se cubre con la casulla que simboliza la caridad y, por este motivo, cubre al resto de prendas ornamentales.
Esta prenda originaria del siglo IV, la paenula, distinguía a la clase senatorial romana, consistía entonces en un vasto manto de lana, de forma redonda o cónica. Las formas de las casullas se mantuvieron intactas hasta el siglo IX, cuando sus confecciones evolucionan con ornamentos, sedas bizantinas y galones, cuya función original no era más que cubrir las costuras para que no quedaran a la vista. Entre los siglos XIV y XV, las casullas de opus anglicanum fueron muy apreciadas con un estilo de bordado originario de Inglaterra.
Para reducir el peso y la aparatosidad de la vestidura, y también facilitar el movimiento de los brazos del sacerdote, a la casulla se le aplica un recorte en los laterales. Primero de una manera elíptica hasta el corte rectangular al que estamos acostumbrados.
La casulla es la vestidura propia del sacerdote para la celebración de la misa y los ritos directamente relacionados con los sacramentos. En las misas concelebradas los sacerdotes deben utilizarla y solo es posible su omisión cuando no hubiese suficientes vestiduras, aunque es obligado al celebrante principal portarla. La casulla tiene un significado esencial para el portador, ya que también simboliza la “ropa sin costuras” que llevó a Cristo camino de su crucifixión.
En su ornamentación más común, encontramos una gran cruz en la espalda o el frente de la casulla. Esto refuerza el simbolismo y el sentimiento religioso. La Iglesia conserva esta prenda antigua para recordar al sacerdote y al pueblo que la misa no es un evento ordinario, sino un evento sagrado y sin parangón en la Tierra.
La importancia del color en las casullas obedece a un código sagrado: blanco, para las fiestas más puras. Rojo, para las fiestas en las que se derrama la sangre de Cristo (Pentecostés, Viernes Santo, fiestas del Espíritu Santo, Apóstoles, mártires o evangelistas). Verde, que infunde esperanza para el día a día y es para el resto de las celebraciones ordinarias. Morado, en Adviento y Cuaresma, por humildad y penitencia.
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Los motivos decorativos, ya sean composiciones geométricas, florales o con representaciones de animales reales e imaginarios: gacelas, halcones, águilas bicéfalas y arabescos elaborados puntada a puntada con paciencia infinita. En el entorno de las antigüedades hay una tendencia a reutilizar las casullas por el exotismo de sus telas de damasco, brocados y terciopelos, llegando a adaptarse como ornamentos de pantallas de lámparas, tapetes y tapices de gustos clásicos. Una sagrada belleza para los ámbitos más íntimos y domésticos.