26 de nov, 2019 por Ignacio del Valle
La marca Chartreuse sigue en la memoria y en la copa tras sobrevivir a la revolución francesa, dos guerras mundiales e infinidad de campañas de publicidad.
Una misteriosa fórmula revelada en 1605 protagoniza la historia de uno de los licores más famosos en el mundo del coleccionismo: Chartreuse. Lo que callan los cartujos y coleccionamos el resto.
Los monjes desde la Edad Media, vía eucaristía, le cogieron el gusto a la destilación de licores. Además del vino de consagrar, benedictinos, cistercienses y mercedarios en sus boticas experimentaron con las hierbas aromáticas. La farmacopea natural, raíces y hierbajos medicinales que macerados en alcohol obraban sanaciones. Desde entonces, los licores de frailes fueron recetados para personas y bestias. Hoy brindamos por una de las elaboraciones más prestigiosas y cercanas en la sobremesas de los todocoleccionistas: el mítico licor Chartreuse o licor de la vida.
Los monjes cartujos, caracterizados por su mutismo, ora et labora, también han pasado a la historia por la elaboración de uno de los licores más espirituosos y coleccionados: Chartreuse. Según la leyenda en 1605, el Duque D’Estrées hace llegar a los monjes parisinos de la Chartreuse de Vauvert un documento con la fórmula del “Elixir de la larga vida”. Al igual que otras órdenes religiosas, su dominio de las hierbas medicinales combinadas con unos grados de alcohol como el Benedictine, el Agua del Carmen o el mismísimo vermut. Sabores que pasan de la botica a la mesa del gourmet.
Entre todos los licores de refectorio destaca el Chartreuse. Su misterioso origen, la sabia mezcla 130 hierbas aromáticas y exóticas especias con alcohol y un alto gradiente alcohol. “El elixir de larga vida” o “Elixir Vegetal de la Grande-Chartreuse” de tonos verdes gastaba 71º de resaca. Con un azucarillo, una copita de Chartreuse amarillo obra casi los mismo milagros que la absenta, otro potente levantamuertos. El licor Chartreuse de elaboración natural sin aditivos toma su color del tinte de las plantas predominantes en su maceración que le dan el tono verde con 55º denominado “Licor de Salud”. La miel y el jarabe de azúcar en su envejecimiento en barricas de roble. Una versión moderada del Chartreuse amarillo con 40º vol. de alcohol se estrenó en 1840.
La producción del licor Chartreuse se dispersa con la revolución francesa en 1789. Motivo por el que en 1793, con el miedo metido en el manuscrito, la fórmula original cae en manos del señor Liotard, un boticario de Grenoble. Tras muchos avatares que culminan con la expulsión de los monjes cartujos de Francia en 1903, en su peregrinación es interesante el dato de que abrieron una destilería en Cataluña que operó desde 1921 hasta 1929.
El Chartreuse se comercializó bajo la denominación de “Tarragona”. La Compañía Fermiere se hace con los derechos de la Grande-Chartreuse de nuevo en Francia y quiebra. Los monjes recuperan la marca y la destilería de 1860, pero en 1935 un corrimiento de tierras destroza la fábrica que se traslada a Voiron. donde se envasa hasta el día de hoy. Los monjes que de tanto estudiar y callar no tienen tonsura de tontos comercializan a través de Chartreuse Diffusion su brebaje que resucitaron con técnicas de publicidad y mercadotecnia con gran éxito desde 1963 y lo que le queda.
Síncopes, apoplejía, cólicos e incluso el cólera. La fe en el placebo sana. Una cucharadita o chupito de Chartreuse... los dolores se llevan con otro ánimo y las colecciones también. La familia todocoleccionista puede disfrutar de cientos de botellas y en especial de licores producidos en Tarragona que son lotes únicos y de interés histórico internacional.