15 de ene, 2019 por Ignacio del Valle
Las estufas antiguas de hierro fundido, salamandras a leña o carbón, calientan tu hogar y lo decoran con un recuerdo y aroma especial.
"Tómame o déjame...
Pero no me pidas que te crea más...
Cuando llegas tarde a casa
No tienes porqué inventar
pues tu ropa huele a leña de otro hogar”.
(Mocedades, Tómame o déjame, 1974).
Para disfrutar de un ambiente caldeado, como el que describe la canción de Mocedades, pero sin riesgos emocionales, están las estufas de toda la vida, reinas de las casas de campo y la decoración retro.
La raíz latina de la palabra estufa significa escaldar. Hoy día se asocia a humo, cenizas, olor a chamusquina... Han pasado muchos siglos desde el descubrimiento del fuego —pedernal, yesca, tres piedras y cuatro ramas— al espectáculo confortable de los leños crepitando en la chimenea. El desarrollo tecnológico nos procura la mayor comodidad. Las estufas surgen con un fin utilitario: cocinar y aumentar la temperatura en la cabaña o la casa.
Con la mente prodigiosa de Benjamin Franklin, y su perfeccionamiento de la estufa cerrada de hierro fundido, se dio un salto de gigante en la tecnología doméstica e industrial. Más calor con menos combustible. Durante el siglo XIX las estufas se diversifican en cocinas y calefacciones. Conectadas a un tiro de chimenea, proporcionan más higiene doméstica, aún cuando se alimentan con leña o carbón.
Más adelante se incorporaron diversos accesorios: acumuladores cerámicos, tuberías de agua y otros adelantos. Con la popularización de las nuevas fuentes de energía en las grandes urbes, las estufas evolucionarían hacia el gas propano, gas butano, queroseno, petróleo y, como no, la electricidad.
Los noruegos, que saben de inviernos bajo cero, tienen el siguiente aforismo: “Reduzco mi llama al anochecer, quiera Dios que no se extinga jamás". Una plegaria para mantener el fuego encendido. Modestos chubesquis, estufas de rollo o chocolateras. Al rojo vivo, la combustión y visión del fuego es hipnótica y atractiva. Las estufas contaban con complementos para cocinar o humidificar el ambiente y hacerlo más respirable con infusiones de hojas de eucalipto.
La estufa de salamandra de 1743 está considerada como la primera calefacción moderna independiente. Se denominó salamandra por la creencia de que estos reptiles podían atravesar la lumbre sin quemarse, por lo menos a la hora de pagar la factura de combustible.
Su sistema se caracteriza por el control de la temperatura con rejillas, que regulan el tiro y la riqueza de oxígeno de la combustión y radiación de calor. Los frontales de la estufas de salamandra se diversificaron con diseños de estilo modernista y coloridos detalles en cerámica vidriada.
Este tipo de estufas son obras de arte de andar por casa y palacio. En nuestro catálogo encontrarás más de 1.200 estufas antiguas, que resisten el paso de las décadas para abrigar tus mejores recuerdos.