24 de mar, 2023 por Adrián Cortés
Una de las vías más rápidas para evocar los recuerdos de tu infancia es mascar chicle. Gracias a la paga de los domingos, esta golosina se convirtió en un gran éxito de ventas, de las más populares en los 80-90.
¿Qué recuerdas de tu infancia? Seguramente, si naciste a finales del s. XX, ahora mismo tu cerebro esté pensando al compás que tu boca masca chicle e, incluso, me aventuraría a decir que puedes hasta sentir su explosión de sabor en el paladar. Ese es el poder del chicle, una goma de mascar recuerdos de la infancia imperturbable al paso del tiempo.
Hubo una época en la que desde un simple chicle se abría un universo entero de posibilidades, que iban desde la ilusión desorbitada de ir a comprar un puñado de golosinas con la propina que te ganabas por ir a por el pan o el periódico, hasta la odisea que suponía completar la colección de pegatinas o cromos que lo envolvían.
Existían muchos perfiles de consumidores de chicles, tanto que cada persona podía representar a varios -o todos- a la vez o según el momento. El abanico de satisfacciones que ofrecía la goma de mascar era tan amplio que le convirtió en una de las golosinas más populares y todo un éxito de ventas entre los 80-90 en España.
Si bien es cierto que hay quienes los comían solo y exclusivamente por las colecciones de cromos o pegatinas; también eran legión quienes se metían hasta tres o cuatro en la boca para potenciar su sabor; o quienes, con una depurada técnica bucal, competían con sus amigos o hermanos por hacer las pompas más grandes.
No obstante, urge recordar que la búsqueda de la pompa más grande que elevara tu popularidad encarnaba grandes riesgos como que te explotara en la cara o alcanzara el pelo entre risas de los demás. Dramas de primer nivel que acompañaban a todas esas gomas de mascar que acabaron en la suela de los zapatos, debajo de los pupitres o en sillas y demás mobiliario.
Sin embargo, el reto era más que asumible tanto por la sensación tan agradable que te dejaba en la boca como por la ilusión y divertimento que proporcionaban los regalos que acompañaban al chicle. Desde las primeras figuritas de animales salvajes de Dunkin con la firma de Ortuño y sus muñequitos de plástico; los clásicos dispensadores de Boomer; a las tiras cómicas de Bazooka, de tres discos duros y sabor intenso.
Había toda una industria en torno al chicle que potenciaba su éxito comercial: dibujantes y guionistas detrás de cada álbum, de cada tebeo… que procuraban que las colecciones estuvieran tan bien cuidadas como sus sabores. Bang Bang, Dubble Bubble, Bobbaloo, Cheiw… ofrecían una gran variedad para atraer a todos los consumidores: podías encontrar de fresa, menta, mandarinas, plátano, natillas… hasta algunos más ácidos.
La ilusión no necesita de grandes artificios y el chicle engancha desde el olor, la textura, el sabor y/o el regalo para completar tu colección. Divertidos, raros, temáticos… Como puedes ver en el vídeo de abajo, hay chicles míticos que son inolvidables. ¿Cuáles eran tus preferidos?