30 de sep, 2024 por Ignacio del Valle
Símbolo de caballerosidad, honor, fuerza y potencia afilada, el sable es seña de identidad en todos los ejércitos del mundo. Objeto de admirada militaria paralela a las curvas de la historia.
En un S XIX marcado por las guerras napoleónicas, riñas de sucesión y conflictos civiles, el sable protagoniza las estampas bélicas más retratadas. Cargas de jinetes y arrojo de un mundo ahumado por la pólvora de los mosquetes y artilleras balas de cañón. Símbolo de la caballerosidad hasta en la guerra, el sable es vestigio de un acerado código de honor. Por ello, sigue presente en las uniformidades y ceremonias de todos los ejércitos del mundo, de ahí su diversidad de formas y adornos. Como especialidad deportiva, dentro de la esgrima el sable en los Juegos Olímpicos.
Se trata de un arma blanca semejante a la espada, pero con hoja ligeramente curva y habitualmente con un solo corte afilado. Estamos acostumbrados a la silueta del sable en pinturas de carácter histórico, películas como Los Duelistas de Ridley Scott, grabados de militares de alto rango e identificaba a espadones patrios como Espartero, Narváez y O’Donnell. La letalidad del sable es tal que en el habla coloquial nos referimos a la expresión sablazo cuando nos solicitan un dinero irrecuperable con sutil filigrana y habilidad embaucadora. No en vano el sable también figura como accesorio imprescindible de bucaneros y piratas de todas las novelas, películas, series y figuras de acción.
Su origen está relacionado con las primeras culturas y pueblos nómadas de Medio Oriente y Asia Central. El sable deriva de la cimitarra, propia de las tierras islámicas. Si bien es un viejo conocido en el Mediterráneo, no es hasta el S VIII cuando se populariza su empleo entre la oficialidad de los ejércitos occidentales.
Para su fabricación se ha llegado a emplear bronce, hierro y acero. Con el desarrollo de la metalurgia, los métodos se han mejorado con aleaciones más flexibles y resistentes. En la actualidad se forjan con las dos láminas de acero de la hoja con un alma de hierro en el medio que sobresale a modo de espiga para acoplar la empuñadura. La anchura y espesor de la hoja disminuye desde la espiga a la punta. La hoja puede tener uno o dos filos y en función de su anchura es común que el sable tenga concavidades denominadas vaceos para aligerar su peso a la par que mantiene su solidez estructural. El peso más habitual de un sable parte de 1,5 kg hasta los cerca de 3 kg.
Los sables de infantería y artillería tienen una curvatura menos pronunciada que los sables de caballería. Como arma de jinetes en movimiento, obligados a cargar a discreción y manejarlo en muchas direcciones obliga a que un buen sable esté equilibrado para poder herir con el filo o la punta al contendiente que puede ser otro jinete o un infante a pie. Se trata de un arma que se maneja con el movimiento del antebrazo y no del puño que debe de mantenerse firme. Se tiran estocadas a la derecha o a la izquierda.
El sable consta en la uniformidad de gala para los suboficiales y oficiales de los ejércitos españoles de tierra, mar y aire con especificaciones precisas: guarnición con empuñadura, pomo y taza con ojal para la correa del sable. Hoja con espiga, bigotera, lomo, filo, palamesas y vaina de hierro con regatón, de abrazadera con anilla y brical con tornillo. La vaina suele llevar dos costillas de madera para preservar la hoja. Existe un reglamento de orden cerrado con las instrucciones para llevar el sable. Hay que tener presente que los brillantes sables de salón con sus empuñaduras esculpidas de antaño se alternaron con las formas recias, sólidas y contenidas propias del equipamiento para el combate en aquellos escuadrones de caballería.
La adrenalina, el amargor en la boca seca del jinete y la espuma blanca del caballo palpitando a galope, haciendo temblar la tierra. Momentos de concentración intensa donde las florituras se olvidan. Los instantes en que caballo y caballero se funden en un mismo esfuerzo saltarín. No perder el estribo ni el paso, la mecánica voluntad de vencer para alcanzar la fortuna de salir vivos en esa rara balanza que tasa la supervivencia y el destino de la carga en la batalla.
Sables persas, polacos, húngaros, italianos, rusos y holandeses. Por supuesto toledanos. De la rigidez prusiana a la piratería inglesa. Sables de generales y bastones de ordeno y mando… La militaria está a tu servicio con cerca de 5.000 lotes en todocoleccion, donde viven los recuerdos de gestas para recordar.