Balón de la Eurocopa 2012, celebrada en Polonia.

11 de jun, 2021 por Adrián Cortés

Eurocopa, recuérdame otra vez

Arranca la Eurocopa 2020… en 2021. El virus aplazó la competición europea más importante a nivel de combinados nacionales, pero ya comienza a rodar el balón y —con él— la ilusión de 24 países por coronarse en la XVI edición del campeonato.


Rueda de nuevo la pelota de una Eurocopa, ecos del balón que resuenan en nuestra memoria, donde anidan tanto los goles como los dónde, cómo y con quién… porque el fútbol se vive más que se ve y, de esta experiencia, quedan posos de recuerdos imborrables. Parece que fue ayer cuando abrazaba a mi padre mientras Torres ganaba la carrera a Lahm y salvaba la salida de Lehman. Menos ruido que en la boda de mi primo hacían los brasileños en Manaos, pero tampoco olvidaré el tambaqui na chapa que comimos en aquel bar perdido del Amazonas durante la final, ante la atónita mirada de los lugareños.

En plena vorágine por la pandemia, los aficionados imploraban el regreso del balón como única distracción posible ante semejante drama, aunque fuese para ver los estadios vacíos por televisión, mientras rumiaban: preferible es cantar goles que contar muertes. Denme una mascarilla, gel hidroalcohólico y mi partido diario, por favor. El recetario de un hincha que, pese a no saber si fue Jorge Valdano o Arrigo Sacchi su profeta, tiene bien interiorizado aquello de que “el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes”. Y, a veces —y para algunos—, mucho más.

 

Medallas de la Eurocopa 2008, Mundial 2010 y Eurocopa 2012 en las que la Selección Española de fútbol fue campeona.

 

El balón, ese vehículo emocional

Un mantra espoleado por la tecnocracia que envuelve al juego que nos descubre las dos grandes aristas de este deporte: frente a la tozudez de los datos, la pormenorización científica del fútbol y su mercadotecnia; el sino de millones de hinchas que cada semana se entregan a unos colores, un escudo, un club o selección. La pasión nada tiene que ver con el 4-3-3, el 3-4-3…; la emoción desborda la rigurosidad táctica; el entusiasmo no entra en la pizarra de Guardiola, Simeone o Zidane.

Merced a la proliferación de bases de estadísticas informatizadas intrusas en las direcciones deportivas, la pasión se ha erigido en el último bastión ante el fútbol moderno y el balón en el vehículo emocional que nos conduce de generación en generación, hilvanando con hitos deportivos las relaciones humanas. Se dice que uno puede cambiar de residencia, trabajo o pareja; pero que uno nunca podrá cambiar de pasión... y es precisamente eso lo que se le escapa al algoritmo. Ese sentimiento irracional de los aficionados que trasciende del deporte y actúa como testigo y parte de la historia de cada uno de nosotros.

 

Album de cromos de Panini de la Eurocopa 1980.

 

Así es como los hitos futbolísticos se convierten en las referencias temporales que terminan definiendo la existencia de sus aficionados. Una suerte de calendario de recuerdos que narra la cotidianidad del hincha como la crónica del partido de su vida, en base a la colección de momentos que conforman el catálogo de su memoria. Gente que desde que su abuelo le llevó de la mano a la grada acompaña a su equipo por todos los confines de la tierra; gente a la que los avatares del balón le imponen los horarios y las vacaciones; gente que, en definitiva, no se explica a sí misma sin el fútbol.

 

Camiseta de Zinedine Zidane con el número 10 de la Eurocopa de 1996, disputada en Inglaterra.

 

Nunca importó el fútbol

Sin embargo, pese al riesgo de la contradicción, existe un lugar común que cuesta reconocer pero que, en cierto modo, lo define todo: nunca importó el fútbol. Hernán Casciari así lo admite, pues al final —y desde el principio— todo nace como una excusa: “Empezó a no importarme cuando mi padre me dijo, en 1974, que su única ilusión era ver los mundiales acompañado. Yo tenía tres años y solamente buscaba una cosa en la vida: temas para conversar con él. Si le hubieran gustado los Panzer, hoy escribiría sobre la Segunda Guerra Mundial”.

 

Muñecos de las mascotas de la Eurocopa 2008, celebrada en Austria, en la que la Selección Española fue campeona.

 

Arranca la Eurocopa, nueva cancha para los coleccionistas, que ya -algunos incluso sin saberlo- se preparan para nutrir con nostalgia futura sus catálogos con álbumes de cromos, camisetas, trofeos, entradas… y cualquier otro elemento que mañana les permita viajar en el tiempo. Así es como nacen los recuerdos y yo, como Eduardo Galeano, me quedo con esa “melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido”; pero con la tranquilidad que da saber que, cuando ya no estén los que concordaban los recuerdos del ayer y estos se conjuguen en pretéritos cada vez más lejanos e incompletos, siempre encontraré abrigo en todocoleccion, donde “hoy es siempre todavía”.

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