17 de jul, 2019 por Ignacio del Valle
Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin protagonizaron la mayor aventura del siglo XX. Se cumplen 50 años del aterrizaje en la luna y un gran salto para el coleccionismo.
Tal vez, Carlos González, 43 años al servicio de la NASA, Jefe de Operaciones y Subdirector del Complejo de Comunicaciones Espaciales de Robledo en Madrid, sea el personaje que haya transmitido con más rigor, gracejo y pasión la carrera espacial. Como técnico de la NASA, ha vivido en primera persona todas las peripecias de los programas Apolo, Apolo-Soyuz, Skylab, transbordadores espaciales y numerosos vuelos científicos robotizados.
España jugó un papel trascendental en las misiones espaciales de la agencia por su ubicación. Los complejos de antenas de Maspalomas en Gran Canaria, Cebreros en Ávila, Fresnedillas de la Oliva, Robledo de Chavela y Buitrago del Lozoya, dieron cobertura a estas odiseas espaciales.
En las tripulaciones del programa Apollo, la mayoría eran pilotos de pruebas con modestos sueldos de militares. Para enviar y traer de regreso vivos a los 12 hombres que pisaron el satélite vecino trabajaron más de 400.000 personas. Por viajar a la luna, Armstrong, Collins y Aldrin cobraron un plus de 600 dólares. El cálculo del coste del programa Apolo, según un informe del Congreso de los Estados Unidos datado en 2004, salió por 24.000 millones de dólares, equivalentes a 114.500 millones de dólares actuales, una cara carrera espacial en plena guerra fría.
A pesar de todas las pruebas y riesgos que entrañó montarse en un cohete, viajar 384.000 km y aterrizar en un módulo lunar con paredes del espesor de una lata de berberechos, y regresar coleando, hay negacionistas que no creen en la veracidad de esta hazaña. Existe copiosa información, fotos, imágenes, grabaciones de las conversaciones, documentos ahora desclasificados...
El líder de estas creencia, Bart Sibrel, se llevó un puñetazo de Buzz Aldrin en 2018 a la salida de una conferencia, tras las increpaciones, insultos y acosos al astronauta al que acusó de enriquecerse “por algo que no había hecho”. “Estás dando conferencias sobre tu llegada a la Luna cuando es mentira. Eso es robar”, argumentaba Sibrel a Aldrin. Lo que es evidente es que si esta hazaña fuera patraña, la Unión Soviética, competidora tenaz en este símbolo de la hegemonía mundial, hubiera desmentido un supuesto montaje.
Como en todo asunto serio, los celtíberos por defecto afinan la socarronería. En El Astronauta, película de 1970, el gran Tony Leblanc se pone en la piel de un astronauta chapucero. Desde la base de Minglanilla y algunos planos rodados en el complejo de antenas de Fresnedilla de la Oliva, se regodea con acento cañí la mayor gesta del hombre en el siglo XX. La imagen de nuestro astronauta con un botijo es surrealista, como la anécdota de la bolsa con desperdicios que arrojaron por la escotilla los astronautas reales tras un aterrizaje de infarto.
El coleccionismo relacionado con la llegada del hombre a la luna es muy abundante en lotes de Filatelia y Numismática. También se nutre de fotografías, autógrafos, publicaciones, discos, desde Frank Sinatra con Fly me to the moon al Space Oddity de David Bowie, la llegada del hombre a la luna inspiró a una generación de soñadores. El 50 aniversario de este logro recuerdan ese gran salto para la humanidad.