29 de oct, 2021 por Adrián Cortés
La figura poliédrica de Diego Armando Maradona tiene tantos hexágonos como un balón y, en cada uno de ellos, podemos observar las luces y sombras de la carrera de un dios futbolístico que sucumbió ante los pecados mundanos hasta convertirse en una irrepetible colección de recuerdos que nunca dejará a nadie indiferente.
La Juventud de Paolo Sorrentino es, grosso modo, una radiografía de la figura de Maradona; refleja el paso del tiempo y la nostalgia por todo lo que un día se consiguió y perdimos. El melodrama de Diego, al que el propio director define como uno de los máximos ejemplos de un hombre con problemas con el tiempo: "El futuro no existe para alguien que está condenado a vivir en la memoria de todos".
Quizá el problema de Diego siempre fue ese, que a él nunca le dejaron contar nada: todo el mundo sabe. Durante la película, Maradona se acerca a un niño que juega en la piscina y, con humildad, le espeta: "Yo también soy zurdo, como vos". El silencio se apodera de la escena, hasta que un actor de Hollywood que comparte baño interrumpe con obvia incredulidad al astro argentino: "Todo el mundo sabe que eres zurdo".
A menudo, en aras de ensalzar la figura del Diego futbolista, se han maquillado los excesos del Maradona lejos del balón: consumo de drogas, denuncias por maltrato, relaciones con la mafia… El más elocuente en este sentido fue el historietista rosarino Roberto Fontanarrosa y su icónico: "Qué me importa lo que hizo Maradona con su vida, me importa lo que hizo con la mía". Frase que sintetiza el sentir y la redención del planeta fútbol para con su Dios.
Maradona es una figura poliédrica, un personaje mayúsculo marcado por su rebeldía, su gloria y sus demonios. Una suerte de divinidad, una religión hecha música por artistas como Andrés Calamaro, Joaquín Sabina, Fito Páez o Manu Chao con su lacónico: "Si yo fuera Maradona, viviría como él".
Diego, como Garrincha o Best, nunca quisieron ser ejemplo de nada y por tanto no tienen culpa de que se les venere, tan hábiles en la cancha como torpes en la calle. No obstante, Manuel Jabois le destaca como el mejor espejo para los niños: "Es el ejemplo perfecto de tener un talento natural y no desperdiciarlo como él. Pudo haber sido Maradona 20 años y fue solo ocho o diez".
Maradona en un terreno de juego garantizaba el espectáculo, de ahí que, más allá de la 'Mano de Dios' o el 'Barrilete cósmico', él firmase también el calentamiento más conocido –y reconocido- de la historia. Un 19 de abril de 1989, al ritmo de Life is life, Diego bailó con el balón y -con él- todo el estadio Olímpico de Múnich. Era la previa del encuentro de vuelta de semifinales de la Copa de la UEFA, que a la postre se convertiría en el único trofeo internacional a nivel de clubes del argentino, pero aquel día se recordará siempre por las virguerías del '10' con la pelota durante un calentamiento inmortal, como las narraciones de sus goles de Víctor Hugo Morales.
A lo largo de su vida, el astro argentino tuvo que enfrentarse a una antinomia infranqueable: nació en Villa Fiorito -una favela de Buenos Aires- y murió con una riqueza material que no supo gestionar. Entretanto, Maradona conquistó el olimpo del fútbol mundial y cayó al averno social, preso de las pocas herramientas culturales y de una plañidera mediática de vividores que nunca se interesaron por el Diego que calzaba el '10' para financiar sus lujos.
No obstante, hay quienes creen que Diego nunca hubiese sido Maradona sin sus excesos, que su carácter y su trayectoria personal provocaron la identificación e inspiración en otras tantas personas. En cierto modo, Diego fue encumbrado como un héroe del pueblo, encarnando el mito del ascenso al éxito desde orígenes humildes, en un contexto marcado por las grandes desigualdades económicas y de oportunidades.
Una fábula que trasciende de Argentina a Nápoles, a donde llega rebotado de Barcelona para erigirse en el revolucionario del pobre sur de Italia que le discute el trono a Juventus y Milan, los ricos del norte. De ahí que Diego sea considerado una deidad, ostentando incluso una Iglesia Maradoniana e infinidad de murales, altares y demás lugares de culto a su figura que cruzan de un lado a otro el charco.
Sobre el debut de Diego como profesional con la camiseta de Argentinos Juniors, uno de sus descubridores cuenta en un documental que sabe de un vecino que saltó al campo para arrancar el trozo de tierra en el que el pibe hizo su primer caño y se lo llevó a su casa. Más allá de la credibilidad de las anécdotas, nadie discute que Maradona dejó en su carrera un reguero de recuerdos a coleccionar. Todo un fenómeno de masas palpable en Orientaprecios y los 2.700€ que se pagaron por una camiseta usada y firmada por el argentino.
En 2005, Maradona hizo sus pinitos en la televisión como presentador de La Noche del 10, un programa de entretenimiento por el que pasaron diferentes personalidades y artistas. Entre sus 13 capítulos, destaca el día que Diego se entrevistó a sí mismo como si fuera un espejo, hablando de su vida, su familia… y de la muerte, dejando así su epitafio: "Si tuvieras que decirle unas palabras a Maradona en el cementerio, ¿qué le dirías?" se cuestionó. "Gracias por haber jugado al fútbol, porque es el deporte que me dio más alegría, más libertad. Gracias a la pelota. Pondría una lápida 'Gracias a la pelota", nos respondió.