12 de feb, 2019 por Eugenia Martín-Crespo
En la serie de artículos "Cómo dar valor a una colección", la gestora cultural Eugenia Martín-Crespo nos relata su propia experiencia al descubrir una gran cantidad de folletos antiguos de viajes.
Tu vida se corta cuando un ser querido empieza con un proceso de demencia, ya no sólo por lo que supone para los familiares asimilar semejante noticia sino porque no te queda más remedio que adoptar cambios, en mi caso radicales, para atender las necesidades que se derivan de esta enfermedad. Fueron cuatro años los que he estuve sumergida en cuidados especiales hasta que llegó el desenlace natural.
Laboralmente fue un suicidio, ya que de repente pertenecía a un "grupo de riesgo" (mujer, mayor de 45 y parada de larga duración) el panorama no era muy alentador pero como por arte de magia, un tesoro cayó en mis manos.
Organizando los papeles de mi padre recordé unos folletos antiguos, los folletos de viajes del Tío Saturnino. Eran unos folletos de principio de siglo, de cruceros, muy evocadores y en ese momento pensé que me podían servir para retomar mis proyectos de ilustración. Empecé a preguntar y al final terminé en el fondo del garaje, hurgando entre cajas llenas de polvo. La gran sorpresa fue que los que yo suponía en una cajita, e incluso en una carpeta, formaban parte de una inmensa colección de folletos turísticos que abarcaban desde 1910 (el más antiguo datado) hasta nuestros días.
Subí todo el material a la casa y lo reuní alrededor de la mesa grande del comedor y es verdad que quise en un momento dado volver a bajarlo y hacerme la despistada, yo no había visto nada, pero la realidad era que podía tener delante un intenso y precioso proyecto.
Por mi experiencia en el campo del arte y en concreto en la gestión de concursos de arte, sé que las decisiones que tomes en este momento van a afectar a todo el proceso, por lo tanto no te puedes poner a ordenar sin ton ni son, hay que barajar los criterios y quedarte con el que creas que te va a dar mejores resultados. Ordeno por… ¿destino? ¿fecha de publicación? ¿estilos?. Al final me decanté por destinos. Había una gran cantidad de ellos, muchos desconocidos. Sobre todo me entretuve mucho en los folletos escritos en lenguas más desconocida para mí, como el alemán o el sueco; había que comprobar uno por uno de que destino se trataba (en este momento conocí todocoleccion), porque bien podía ser Alemania, Austria o incluso Suiza u otra posibilidad, que se tratara de un folleto escrito simplemente para germano parlantes pero el destino estuviera en África.
Ordenar toda esa gran cantidad de material me llevó alrededor de diez días.
Cuantificar el material era realmente complicado, entre mil y tres mil folletos, una locura, teniendo en cuenta que el siguiente paso era elaborar una base de datos y digitalizar toda la documentación, pero antes de empezar a trabajar había que hacerse las siguientes preguntas.¿Es realmente esta documentación histórica y artísticamente valiosa? ¿habrá alguien a quién le interese?
¡Sí! existen los historiadores de turismo y estaban a punto de reunirse para celebrar su primer congreso y encima tienen un blog, ¡increíble!. Después de una larga tarde leyendo artículos decidí contactar con una de las investigadoras, Ana Moreno Garrido.
Una de las mejores elecciones que he hecho en mi vida ha sido este contacto. Ana enseguida se interesó y me preguntó lo primero por el origen de la colección y después de mis bizarras explicaciones por mail decidió que lo mejor era ir a verla en persona.
Después de cuatro horas viendo material me informó de cuál era el auténtico valor de la colección. Era un conjunto “con historia”, cosa poco habitual en este género.
Los folletos están catalogados por historiadores y las bibliotecas como material efímero, es decir, materiales que se editan y una vez han sido consultados su destino es la basura. A lo largo de las últimas décadas estos materiales han sido revindicados y empiezan a tener un lugar entre las grandes colecciones. En este conjunto se conocía a los viajeros, por lo tanto se podía investigar desde abajo, desde el punto de vista del turista, lo que hacía la documentación muy interesante. No quedaba más remedio que intentar casar los folletos con los viajeros de la familia e investigar el porqué del viaje.
De repente, dos frentes abiertos: digitalizar e investigar a la familia...