23 de ago, 2024 por María José Moreno
Desde '1984' de G. Orwell hasta 'Los Juegos del Hambre' de S. Collins, las distopías han sido un espejo oscuro que refleja los temores más profundos de la humanidad
Imagina una sociedad en la que están prohibidos los libros y existen 'bomberos' destinados a quemarlos. ¿Te suena el argumento? Sí, es Fahrenheit 451, una distopía escrita por Ray Bradbury en 1956. Una distopía presenta una sociedad indeseable donde una o más variables difieren del mundo que conocemos. En el caso de Fahrenheit 451 la variable distorsionada sería prohibir los libros y que los bomberos en lugar de apagar fuegos los provoquen. En el caso de Un mundo feliz, Aldous Huxley centra el relato en la instauración de la reproducción artificial como medio de control para organizar una sociedad de castas con un engranaje perfecto donde todos son felices. No obstante, surge una paradoja: es una sociedad con grandes adelantos tecnológicos donde se han erradicado el hambre y las guerras a cambio de sacrificar la familia y la diversidad cultural, la filosofía y la religión o la literatura y el arte. Podría decirse que es una utopía que acaba en pesadilla.
Tomás Moro en 1516 ya imaginó Utopía, una isla ficticia en la que conviven como una comunidad pacífica con los bienes en común y que tiene grandes similitudes con la sociedad idealizada de Platón en La república. El término utopía en su origen no tenía la acepción de perfección o de objetivo inalcanzable, si no de 'no lugar' o 'lugar bueno'. Esta evolución semántica también la ha sufrido como adjetivo utópico, que curiosamente ahora tiene connotaciones negativas como irreal, improbable, iluso o ingenuo.
Hay menos utopías publicadas probablemente porque es mucho más dificil imaginar un mundo justo para todos que adivinar porvenires catastrofistas. Aunque ya hemos mencionado algunos títulos clásicos, hoy sabemos que tal vez la primera novela de este género fue Nosotros, escrita por Yevgueni Zamiatin y que inspiró a George Orwell para escribir 1984. Ambas se sitúan en un mundo futuro con un 'guía' omnisciente a modo de Gran hermano que todo lo ve y controla; comparten un protagonista importante dentro del engranaje del sistema opresor y es el amor el detonante para descubrir la otra realidad opuesta al régimen autoritario. Junto con Un mundo feliz y La naranja mecánica, son libros icónicos acerca de la alienación postindustrial del siglo XX.
Si nos preguntamos por qué nos gustan este tipo de relatos que plantean cuestiones complejas de responder, basadas en otros mundos o con cierto tipo de alarma, tal vez sea por que en algún punto pensamos que podría ser real. Por ejemplo, Dune o Rascacielos tratan sobre el mismo asunto: la lucha por la supervivencia. Ambas comparten un elemento discordante aunque cada una se sitúa en un tiempo y universo propio. Frank Herbert situó Dune en un futuro lejano en nuestra galaxia en el que se ha instaurado un imperio regido por casas nobles en un sistema feudal-galáctico que gira en torno a la especia, el recurso más preciado junto al agua. Rascacielos, por su parte, se desarrolla dentro de un lujoso complejo de viviendas que tiene comercios, gimnasios y todo cuanto se necesita para vivir sin salir de él. Allí conviven más de 2000 personas segmentadas según su estátus social y económico, en las plantas superiores viven los de alto standing y abajo los que tienen menos posibilidades. Un factor incidental en el complejo residencial desencadena el caos y provoca el despertar de los instintos más primitivos en esta distopía urbana de J. G. Ballard, uno de los grandes representates de este género. Estos dos ejemplos, aunque distantes, tratan temas universales que a todos nos preocupan como la desigualdad, el poder, el amor o la incertidumbre del futuro.
Muchas de estas novelas distópicas han sido llevadas al cine, medio en el cual han sido descubiertas por nuevos públicos más jóvenes que no se habían acercado al clásico literario. Algunas de ellas se han convertido en películas de culto e incluso se han realizado investigaciones en el campo audiovisual y el filológico donde queda patente que el traspaso al cine no ha sido un mera repetición; al contrario, ofrece una dimensión más amplia a la reflexión. Tal es el caso de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, novela de Philip K. Dick, un relato de ciencia-ficción que plantea el dilema ¿puede un androide ser más humano que un humano?. Ridley Scott orquestó su adaptación al cine haciendo muchas concesiones y tomándose grandes licencias respecto al original; sin duda tuvo muy claro que cada medio necesita sus propios mecanismos para que una historia funcione. Y parece que fue una gran decisión pues Blade runner, denostada por el público y la crítica en su estreno, hoy es un gran clásico y no hay duda de que consiguió un relato más complejo y profundo que el libro de Philip K. Dick.
En esta línea de distopías humanistas que han favorecido el pensamiento profundo tanto en soporte papel como en audiovisual sería inevitable no comentar el caso de El hombre duplicado de José Saramago. Cuenta la historia de un hombre que se obsesiona con su doble, un actor que ha encontrado viendo una película. En un encuentro con él descubre que son físicamente idénticos, aunque esta es la única similitud. Es una novela hondamente existencialista que pivota sobre el concepto de identidad usando el suspense y enrarecimiento como mecanismo narrativo. Este enfoque lo podemos ver también en la versión cinematográfica de 2013, Enemy, que además evidencia de forma más clara esa atmósfera casi onírica y difusa en la que el protagonista deambula entre la realidad y la extrañeza sin que nadie de crédito a lo que le está ocurriendo, como en el mito griego de Casandra.
Si bien al leer estos libros sabemos que es ficción, no deja de sorprendernos que algunas de estas hipótesis literarias a veces se anticipan a los acontecimientos. Curiosamente Octavia E. Butler autora de La parábola de los talentos publicada en 1988, ya anticipó una administración con un presidente ultraconservador que prometía «hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande». Esta novela explora temas como la alienación política y social mediante la verborrea y la violencia; sobre el ser esclavos sin saberlo, pero también acerca de la espiritualidad y la trascendencia en contraposición con los fanatismos religiosos en un hipotético 2032. Cuanto menos da que pensar.
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