29 de jul, 2022 por Adrián Cortés
El pasado 25 de julio, hace 30 años, Antonio Rebollo lanzó al cielo la flecha que encendió el pebetero de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, prendiendo la mecha de una Ciudad Condal que aprovechó el evento para auparse como referencia internacional.
Apenas 15 años después de la dictadura, España rezumaba libertad y unas ganas incontenibles por avanzar, innovar y abrirse al mundo para reubicarse a la vanguardia. Los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 supusieron el soplo de aire fresco definitivo para la sociedad de un país que disfrutaba de un régimen democrático ávido de compartir su reestrenada felicidad.
El ecosistema olímpico alberga toda una industria comercial de recuerdos que habitan en hogares de todo el mundo: pósters, entradas, camisetas, pines, mochilas, carteles, tazas, relojes, vajillas, cuberterías, ropa deportiva, gorras… todo tipo de merchandising inventado hasta la fecha, que forman parte de los tesoros más preciados de los coleccionistas.
Amén a la capacidad organizativa y comunión entre administraciones, partidos políticos, empresas y demás organismos, Barcelona puso en marcha un proyecto faraónico con infraestructuras que cambiaron tanto la imagen como la usabilidad de una ciudad que desde entonces presume de los mayores atractivos turísticos del mundo.
De las playas a la Torre de Collserola, pasando por el barrio de la Villa Olímpica o las rondas, sin lugar a duda, la cita de 1992 fue un salto de escala planetaria para la ciudad, que disfruta de las herencias urbanísticas de los Juegos Olímpicos que cambiaron Barcelona, clave para para sacar a la capital catalana de un hiriente retraso histórico material.
Asimismo, más allá de la transformación que sufrió la ciudad a nivel de infraestructura, gracias al proyecto colectivo, la sociedad catalana se vio inmersa en un profundo cambio radical que motivó un extraordinario desarrollo cultural que, por inercia, acabaría situando a Barcelona y España en el mapa internacional; ensalzando, además, la autoestima y confianza como ciudad organizadora de eventos globales.
Entretanto, en lo deportivo, Barcelona 92 fue sin duda un punto de inflexión para el país. Más allá de que hasta la fecha sigue siendo la mejor participación española a nivel de medallas, pues no se han superado los 22 metales, de los que 13 de fueron de oro; gracias a la exitosa participación de nuestros atletas en aquella cita, se impulsó el deporte, se mejoraron las instalaciones y de ahí emergieron grandes figuras a nivel internacional actuales.
La recta final de Fermín Cacho en el Estadio de Montjuic para ganar el oro como telonero de la coronación de la selección de fútbol; el alumbramiento del deporte femenino nacional y su impulso con el programa ADO; la victoria de Hassiba Boulmerka desafiando el fundamentalismo de Argelia; los seis oros de Vitaly Scherbo; o el final del veto por el apartheid, con Nelson Mandela presente en la ceremonia de inauguración, son momentos históricos, mágicos e inolvidables. Recuerdos inmortalizados en documentales, camisetas conmemorativas… que componen la extensa galería coleccionista, en la que también brillan esculturas de la mascota y las antorchas.
El éxito de los Juegos Olímpicos fue el éxito del deporte en general… y del baloncesto en particular. Después de varios reveses recientes a su equipo universitario en citas internacionales, Estados Unidos reclutó por primera vez en la historia para una cita olímpica a su equipo profesional. El desembarco del Dream Team con Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird, Scottie Pipen, Jacks Barkley y compañía en Europa supuso, no solo el mejor y mayor elenco de estrellas en un mismo equipo de la historia, si no el despegue definitivo de la NBA como negocio gracias al enorme escaparate olímpico.
Tanto o más mediático que los americanos, fue Cobi, la mascota rupturista diseñada por Javier Mariscal, que desde su inolvidable vuelo en un barco de papel nos acompaña en todocoleccion, donde el deporte y los recuerdos son, como le cantaron Los Manolos al mundo en la ceremonia de clausura de Barcelona 92, ¡amigos para siempre!